Mucho antes de que Miguel Faílde, a fines del siglo XIX, estrenara el primer danzón, llegó a Cuba, procedente de Europa, la contradanza. Su baile no era por parejas, sino colectivo, de las llamadas piezas de cuadros. La contradanza no sólo nos llegó directamente desde Europa, sino también la introdujeron los franceses y sus servidores negros y mulatos que arribaron a la región oriental del país como consecuencia de los sucesos provocados por la revolución en Haití.
Con el tiempo, la contradanza francesa se fue ‘acriollando’, como parte del mismo proceso de formación de toda nuestra música e incorporó a sus figuraciones rítmicas, elementos de origen africano. Muy pronto se le comenzó a llamar contradanza cubana y seguidamente, danza cubana y el baile en parejas fue sustituyendo a las coreografías de figuras, aunque al parecer ambas formas de baile coexistieron incluso con los primeros danzones. Estas danzas fueron las antecesoras más inmediatas del danzón.
Las orquestas típicas o de vientos, que ya ‘sonaban’ en Cuba desde el siglo XVIII, fueron las primeras formaciones musicales en interpretar este nuevo género. Estaban compuestas por 2 clarinetes, cornetín, trombón de pistones, figle, 2 violines, contrabajo, timbales o pailas y güiro. Estas orquestas alcanzaron su mayor esplendor durante el XIX; además de la orquesta Faílde, y a modo de ejemplos, citaremos a las orquestas típicas Flor de Cuba, y a la de Félix González.
Por el año de 1910, cuando el compositor, clarinetista y director José Urfé crea su pieza ‘El bombín de Barreto’, inaugurando una nueva etapa en el desarrollo del danzón, eran ya bien conocidas otras orquestas típicas, como las de Enrique Peña, o José Belén Püig. El danzón se había consolidado y se encontraba entonces en pleno apogeo.
Sólo unos años después entran a escena las llamadas orquestas del tipo charanga francesa, danzoneras por excelencia desde sus inicios. En un principio las charangas contaban con un solo violín, luego se añadirían otros 2 para constituir la cuerda que hasta hoy tipifica, junto a la flauta, el sonido de las charangas cubanas. El gran pianista y compositor Antonio María Romeu es una figura clave para la historia del danzón, y no sólo por haber sido el creador de la charanga, sino por la importancia de su obra, con más de 500 danzones compuestos, entre ellos ‘La flauta mágica’ y otros que alcanzaron gran popularidad.
La irrupción de la charanga marcó la decadencia y posterior desaparición de las orquestas típicas. Entre las muy famosas charangueras cubanas están la Melodía del 40, la Orquesta de Neno González (fundada desde 1926), la Aragón, América, Sensación, Ritmo Oriental, Original de Manzanillo y otras tantas de no menos prestigio.
Mención aparte, por su aporte al danzón y a la formación de otros géneros musicales, hay que hacer de la orquesta de Arcaño. Este gran flautista introdujo en el formato de charanga el sonido de la tumbadora, fortaleciendo la sección rítmica. En Arcaño y sus Maravillas participaron muchos de los mejores músicos de entonces, entre ellos, los flautistas Enrique Jorrín y Félix Reina, Israel ‘Cachao’ López (contrabajo) y Orestes López (viloncello). Este último, compositor del danzón titulado ‘Mambo’, fue, junto a su hermano Israel, uno de los artífices del “nuevo ritmo” que impuso y desarrolló esta orquesta y que revolucionó el estilo del danzón por los años 40.
Otro de los músicos imprescindibles de nuestra historia es el violinista y compositor Enrique Jorrín. Luego de tocar con Arcaño, integra la orquesta América, desde donde crea el mundialmente famoso ritmo cha cha chá.
El propio Jorrín ha declarado que observó que los bailadores tenían dificultades al bailar el danzón-mambo, tan de moda entonces, debido a su ritmo sincopado y empezó a hacer melodías que fueran “...casi bailables por sí solas...” “...sin necesidad de acompañamiento, con las menos síncopas posibles...” Por esa vía, y con el formato de charanga como vehículo ideal, surge, del danzón de nuevo ritmo, el cha cha chá.
Pero poco exitoso hubiera sido, si no se añade a este concepto, el talento creador de Jorrín y de otros compositores. Clásicos de la música cubana son las piezas ‘La engañadora’ y ‘El alardoso’, del propio Jorrín; ‘Los marcianos’ de Rosendo Ruiz Quevedo; ‘El bodeguero’ de Richard Egües; ‘Cero codazos’ de Rafael Lay, entre tantas otras obras que aún son internacionalmente conocidas.
Han sido varias las charangas que se destacaron en la difusión de este género, pero si entre ellas hubiera que subrayar a alguna, está sería la famosísima orquesta Aragón.
Adolfo Costales