En la actualidad, la expresión ‘jazz latino’ es comúnmente utilizada por los músicos y por el público en general para dar nombre a una expresión que partiendo del jazz norteamericano y de diversos elementos de la música latina -especialmente de la cubana- ha constituido una manifestación musical con características propias. Y no se trata de la inserción de ritmos o instrumentos de nuestra música en aquélla, ni de tocar ritmos cubanos usando elementos armónicos o fraseos tomados del género norteño. El jazz afrocubano, como se llamó en sus inicios, fue producto de un proceso similar –aunque mucho más breve- al que dio origen a la música cubana, sólo que en este caso se trataba de las fusiones de músicas europeas y africanas, y en el que nos ocupa, el intercambio se da entre el jazz y ritmos y sonidos cubanos. Se trata pues de una verdadera fusión.
Ya desde las primeras décadas del siglo XX, varios instrumentistas y compositores en Cuba, entran en contacto con el jazz. Incluso se habla de músicos cubanos que radicaban en New Orleans por los años en que en aquella ciudad, se gestaba este género musical y de soldados-músicos afronorteamericanos, del ejército de ocupación de Estados Unidos, que desde 1898, trajeron y transmitieron sus experiencias y conocimientos del blues y del jazz.
Los años veinte fueron decisivos en el desarrollo de la música cubana, en especial por el auge del son, mientras se mantenían otros géneros musicales, como el danzón. También fue una década de gran importancia para el desarrollo del jazz norteamericano. Por esos años ya distintas orquestas procedentes de Estados Unidos visitaban a nuestro territorio, por lo que es obvio que se incrementan los contactos entre los músicos de uno y otro país. El formato orquestal del tipo ‘jazzband’ es asumido por cubanos y las primeras orquestas de este tipo se presentan en distintos lugares nocturnos, hoteles, etc. Estas agrupaciones no se dedicaban a tocar jazz, pero muchos de sus músicos, ya con información sobre esta manifestación, se interesaban por ella a partir de algunos discos que podían conseguir y a través de partituras que encargaban a otros o adquirían eventualmente en alguna visita a los Estados Unidos.
El más destacado director de jazzbands en Cuba, y pionero entre los jazzistas, fue el maestro Armando Romeu, quien dirigió varias de estas orquestas durante muchos años, entre ellas la famosa ‘Bellamar’ y la orquesta de Tropicana, por más de dos décadas. Romeu ha sido además de pionero, maestro de generaciones de músicos cubanos e hilo conductor del desarrollo del jazz en Cuba.
A partir de 1930 proliferan las jazz bands cubanas, entre ellas, los ‘Hermanos Castro’, la Casino de la Playa’, la ‘Riverside’, la ‘Siboney’, la ‘Orquesta de Don Aspiazu’ o la ‘Lecuona Cuban Boys’. Estas orquestas, que no se dedicaban al jazz, aportaron no obstante, sonoridades nuevas, tomadas del ritmo estadounidense, a la interpretación de la música cubana. Sin embargo, en la orquesta fundada por Armando Romeu en 1936, tocaban quienes fueron considerados jazzistas cubanos de primera categoría y en el cabaret Mitsuko –donde trabajaba la banda- se celebraban, desde entonces, ‘jam sessions’ en los que participaban también músicos de otras agrupaciones.
Mientras en Cuba se extendía el jazz, en Nueva York la música cubana se imponía con la presencia allí de artistas de la Isla, que radicaban o hacían sus presentaciones en dicha ciudad.
En el año 1940 se crea allí la orquesta ‘Machito and His Afrocubans’, una banda que dirigía el cantante Frank Grillo (Machito) y con la que incluso tocó el timbalero Tito Puente. El trabajo de esta agrupación fue decisivo en la formación del jazz latino, sobre todo por el papel que en ello jugaría su director musical, el compositor, saxofonista y trompetista Mario Bauzá.
Mario Bauzá fue la figura cimera para la creación de lo que inicialmente se llamó Afro-Cuban Jazz, llamado luego Cubop y hoy en todo el mundo, jazz latino. Se puede afirmar que la pieza ‘Tanga’, compuesta por Bauzá y grabada en 1943, fue la pionera en este nuevo género que revolucionó el ambiente jazzístico de la época.
Grandes jazzistas como Charlie Parker y Dizzy Gillespie, creadores del bop, admiraban y se interesaban por la música cubana e incluso este último, “descargaba” en algunas presentaciones de la banda de Machito. La unión del gran percusionista y compositor Chano Pozo con Dizzy Gillespie se debió a Mario Bauzá, quien los puso en contacto a ambos en lo que fue un encuentro definitorio en esta historia. Téngase en cuenta que en 1947, ambos músicos se presentan juntos, nada menos que en el Carnegie Hall para interpretar la Afro-Cuban Drum Suite, acuñando con esa unión el estilo Cubob y toda una nueva era para el mundo del jazz.
Paralelamente, en Cuba surgían nuevos músicos y agrupaciones de jazz, como el Quinteto Instrumental de Música Moderna, por los años 50, o el posterior grupo Los Amigos, del cual formaron parte el pianista Frank Emilio Flynn, el tumbador Tata Güines y el baterista Barreto. Junto a otros directores de orquesta, compositores y arreglistas, las figuras de Chico O’Farrill y Felipe Dulzaides son de gran importancia en el desarrollo del jazz en Cuba e incluso –en el caso de Chico- los aportes que realizó a la consolidación del Afro-Cuban jazz en nueva York.
Entre los grandes pianistas del jazz de todos los tiempos, está el cubano Chucho Valdés, quien a partir de los años 70, desde su banda Irakere, dio un gran impulso al jazz latino en Cuba y ayudó a formar a excelentes instrumentistas.
Una nueva generación de músicos cubanos continúa desarrollando este género musical; entre ellos se destacan los pianistas Gonzalo Rubalcaba y Ernán López-Nussa, el percusionista Angá, el flautista Maraca, el siempre joven Bobby Carcassés y muchos otros que continúan el legado iniciado en La Habana por Armando Romeu y por Mario Bauzá en Nueva York.
Adolfo Costales Vega