A pesar de los indiscutibles valores y arraigo popular de no pocos géneros musicales cubanos, difícil sería comparar a alguno de ellos con la huella que a lo largo de muchas décadas, ha dejado el SON en la historia de nuestra música y en los mismos cimientos de la cultura cubana.
Mestizo como nuestra nacionalidad, mezcla del blanco y del negro, síntesis de melodías y ritmos europeos y africanos, calor y sensualidad. Ningún otro ritmo ha tenido tantos y tan destacados cultores: cantantes, compositores, arreglistas y agrupaciones vocales y orquestales de todo tipo.
Desde sus inicios, el SON se enraizó en el gusto popular y ha sorteado con éxito todas las épocas, año tras año, manteniendo siempre actualidad y vigencia. A partir de los primeros montunos, el SON ha logrado una constante transformación en su sonido y en su estilo, adaptándose a cada momento y asimilando cada nueva posibilidad instrumental. Quizás en esto haya radicado su protagonismo durante tantos años, porque no sería inadecuado decir que cada generación de cubanos ha tenido su SON, que aunque diferenciado en sonoridades y tempos, ha mantenido una histórica unidad genérica, con su bajo sincopado, el ‘martilleo’ del bongó, el tumbao del tres o del piano, la continuidad de las maracas o el güiro y la alternancia de solistas y coros a golpes de campana.
Asomarnos brevemente a la evolución de este género cubano, equivale a acercarnos a algunas de las figuras más significativas de la historia de nuestra música popular. Si bien personajes anónimos iniciaron sus primeras manifestaciones por las montañas orientales, nombres como los de Ignacio Piñeiro y Miguel Matamoros; Arsenio Rodríguez, Felix Chapottín y Miguelito Cuní; Benny Moré y Celia Cruz; así como Juan Formell y Adalberto Álvarez, son sólo algunos entre los muchos que en cada momento y en cada etapa, han aportado su talento a esta rica manifestación de la cultura popular de esta isla.
Agrupaciones como el Sexteto Habanero y el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro marcaron el inicio del auge de SON en Cuba, aunque vale decir que en sus comienzos fue rechazado por la alta sociedad de entonces por ser considerada una música y un baile “indecente”, dado su mestizaje y su carácter eminentemente popular. No obstante, el pueblo lo hizo suyo y su avance fue indetenible.
Proliferaron los sextetos y los septetos por los años 20 para dar paso y coexistir más adelante con conjuntos, como el Arsenio Rodríguez o el Casino, sonoras como la Sonora Matancera, jazz bands como la Riverside o la Casino de la Playa y prácticamente no hubo agrupación orquestal, solista, dúo, trío o cuarteto vocal que no incluyera en su repertorio a esta manifestación de la música cubana. Puede decirse que el SON, más allá de un género musical en particular, es todo un complejo rítmico. En muchas ocasiones se hace referencia al ‘complejo del SON’. Casi por todo el país existen variantes de este ritmo que tienen características propias. Los más conocidos son el sucu sucu, de la Isla de la Juventud y el changüí, de Guantánamo.
Importantísimos compositores firman las obras registradas en este género. Además del imprescindible Ignacio Piñeiro, -no sólo por su obra autoral sino, por lo mucho que contribuyó a la difusión del SON al frente de su Septeto y de otras agrupaciones-, están también el pianista y compositor Lilí Martínez Griñán, Fajardo y el propio Benny Moré, entre otros.
El SON cubano es el género musical más representativo de la música popular cubana. Algunos nombres de autores e intérpretes ineludibles, han sido ya mencionados, muchos más podrían serlo, como el gran sonero Roberto Faz, el inigualable Trío Matamoros, el Sexteto Habanero o el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro y otros no menos importantes que quedarán sin mencionar pues la relación se extendería y aún así, quedaríamos en deuda con muchos que han hecho uno u otro aporte a su desarrollo.
Tal ha sido la importancia de este ritmo para nuestra música, que no sólo ha generado variantes en distintas regiones del país, o ha sido añadido a otros géneros como el danzón y el bolero, o ha sido incorporado al jazz latino, sino que además se ha utilizado como base rítmica de no pocas piezas de la cancionística. Trovadores como Sindo Garay, José Antonio Méndez, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés entre muchos otros, han utilizado al SON para componer algunas de sus más hermosas canciones.
Una música que nació del pueblo, cubana desde su raíz montuna hasta sus más contemporáneas manifestaciones, bailable por excelencia; reina casi absoluta de fiestas campesinas y urbanas, hablar del SON cubano equivale a decir ‘Esto es Cuba’.
Adolfo Costales Vega