La música instrumental en Cuba ha estado presente desde los mismos inicios de la nacionalidad cubana. Y no sólo a partir de la ejecución de obras europeas ejecutadas aquí por músicos del patio, sino en temas que ya mostraban elementos que los caracterizaban como una música autóctona, nacional. Las contradanzas y danzas criollas –piezas instrumentales- compuestas durante todo el siglo XIX, son el mejor ejemplo de este hecho y la obra de Manuel Saumell es un testimonio indiscutible.
Nuestro danzón, género de profunda cubanía, que comenzó a interpretarse a finales del propio siglo y que se mantuvo en plena vigencia durante toda la primera mitad del XX, es eminentemente instrumental, como lo es el mambo, surgido a partir de los años 40 para alcanzar reconocimiento internacional en las décadas siguientes. Se trata en todos los casos de ritmos cubanos, populares y bailables, concebidos para ser interpretados por uno u otro formato orquestal en un papel protagónico.
El concepto ‘música instrumental’ es lo suficientemente amplio como para abarcar, en primer lugar, a la música compuesta y escrita sólo para instrumentos musicales sin una presencia vocal y en segundo lugar para incluir también a la gran cantidad de versiones instrumentales hechas a partir de piezas que originalmente fueron concebidas para ser cantadas.
Pero además, este concepto incluye el trabajo de músicos que han escrito obras de carácter sinfónico, de cámara, para piano, etc. En este sentido, es absolutamente necesario mencionar a 3 músicos cubanos que aportaron una obra de inestimable valor. Son ellos Ignacio Cervantes (1847-1905), Alejandro García Caturla (1906-1940) y Amadeo Roldán (1900-1939). Entre las muchas composiciones de Cervantes se destacan sus famosas ‘danzas para piano’ que aún siguen siendo interpretadas con muchísimo éxito, mientras que tanto en la obra de Caturla, como en la de Roldán está presente la huella de la música popular cubana, combinando elementos rítmicos y sonoros nacionales con las formas clásicas de la música universal.
Para hablar de la música instrumental en Cuba es necesario hablar también de los formatos instrumentales más utilizados en la música cubana, algunos de los cuales fueron incluso creados -o recreados- por nuestros músicos para interpretar los diversos géneros surgidos de la creación popular.
Desde que en el siglo XIX las llamadas orquestas típicas o de vientos se dedicaban a la interpretación de contradanzas, danzas y danzones; luego de éstas, otras formaciones instrumentales fueron apareciendo a través de la historia. Las charangas francesas, que desde los primeros años del siglo XX coexistieron y finalmente sustituyeron a las típicas en la ejecución del danzón, serían las progenitoras y las mejores difusoras del cha cha chá. Los sextetos y los septetos inauguraban los años 20 para dar forma y popularidad al son urbano, mientras que en los conjuntos y sonoras, que se difundirían por los 40, el bolero y el son alcanzaban su máximo esplendor. Las agrupaciones de música campesina, con su predominante sonoridad de cuerdas pulsadas, aún se escuchan en los campos de una punta a la otra de la isla y los grupos de rumbas, con el sonido de los tambores, junto a otros instrumentos de percusión, dan colorido y ritmo a éstas y otras manifestaciones de clara procedencia africana.
Otra importante agrupación instrumental utilizada ampliamente para interpretar los más variados géneros de la música popular cubana ha sido y es la orquesta jazz band, que llegó a Cuba procedente de los Estados Unidos. Esta orquesta se cubanizó al incorporar nuestros ritmos e instrumentos de percusión a sus interpretaciones y tuvo a su cargo el ‘lanzamiento’ del mambo.
Existen también infinidad de combinaciones instrumentales, bien más pequeñas, o inmensamente mayores como la orquesta sinfónica, que han sido vías para la interpretación de piezas u obras de la música instrumental cubana.
A lo largo de la historia del recién concluido siglo, músicos como Ernesto Lecuona, Harold Gramatges, José Ardévol, Argeliers León y otros, han compuesto una buena cantidad de música instrumental cubana, bien como obras sinfónicas o de cámara, u otras, las cuales por su calidad y trascendencia, forman parte del patrimonio musical del país.
A partir de los años 60 y hasta hoy, nuevas generaciones de compositores se han dedicado a escribir piezas instrumentales, entre ellos, que son muchos, mencionaremos a Leo Brouwer, Frank Fernández, Chucho Valdés, Lucía Huergo y los hermanos Sergio y José Mª. Vitier.
Adolfo Costales