Instrumento compuesto por dos palos de madera independientes, con forma de cilindros rectos, uno de ellos percute sobre el otro.
El término clave pertenece a la lengua española y se vincula con las dos secciones de madera dura integrantes del instrumento. En Cuba la palabra clave también se aplica para nombrar un conjunto vocal instrumental: el coro de clave, y para designar una especie de la cancionística cubana; también se adopta para nombrar los diseños rítmicos que se ejecutan en el instrumento.
El origen de las claves en Cuba, según el etnógrafo cubano Don Fernando Ortiz, está ubicado en La Habana, durante los siglos XVI y XVII, y se utilizaban en el acompañamiento de los cantos de los trabajadores hispánicos, africanos libres o esclavos y los forzados de las galeras, muchos de quienes participaron en la construcción de fortalezas y navíos. En estos primeros momentos, las claves funcionaron como guía del canto, lo cual constituye una de las formas más simples de acompañamiento musical. De las antiguas construcciones aledañas a la bahía habanera, las claves cubanas pasaron a los ambientes más populares de diversión, internándose en otros géneros músico-danzarios, sobre todo la rumba, el zapateo, el punto cubano; y más tarde en los conjuntos musicales de géneros bailables.
Desde su origen hasta la actualidad, cada una de las partes de este instrumento se ha diferenciado de acuerdo con su empleo. Se llama macho al palo percutor y hembra al que recibe las percusiones. Para construir las claves se requiere madera de gran dureza y rigidez, carente de poros. De esto depende, en gran medida, la calidad e intensidad del sonido obtenido en el instrumento.